Will, de mi mejor amigo a mi amante. (Cap. 02)

No aguanté más, mi próstata había sido tan bien estimulada por su verga que me empiezo a correr sin tocarme, siento la fricción de mi verga botando chorros de leche sobre las sábanas mientras yo jadeo de cansancio y placer. Estoy bañado en sudor. Pero, un silencio rotundo se apodera de la habitación. Acto seguido, escucho la puerta de mi habitación, abro los ojos y me encuentro con el rostro desencajado de mi padre, quien me pregunta:

-          ¿Quién es Will?

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Capítulo 02

La erección se me bajó inmediatamente, no lo puedo creer. ¡Qué vergüenza! Imagino que mi cara de sueño había sido reemplazada por una de sorpresa; mi papá me había sorprendido y quizás escuchado teniendo un sueño húmedo con Will.

-          ¿De qué hablas, viejo?, traté de disimular.

-          No te hagas el loco, hijo. Escuché todo ahí detrás de la puerta.

-          ¡Papá, andas espiando detrás de las puertas!

-          Vamos, no te hagas el loco ni te vayas por la tangente. Cuéntame, hijo.

-          ¿Pero no te vas a molestar?, pregunté algo temeroso.

-          Claro que no, hijo. Me puedes contar lo que sea, estoy para escucharte.

Mi padre siempre ha sido una persona muy comprensiva, pero igual siempre tuve un poco de reparo en contarle mis cosas, peor aun contarle que estoy enamorado de Will y que acababa de tener un sueño húmedo con él.

-          Primero quiero saber qué es lo que escuchaste ahí detrás.

-          Bueno, lo suficiente como para saber que te estabas divirtiendo mucho con el llamado Will. Vamos, dime, ¿lo conozco?

Me quedé mirando a mi papá por unos segundos, a mis 18 años nunca había hablado directamente sobre mis preferencias sexuales con él, aunque alguna que otra vez me había pillado viendo porno de Alan Wolf o Colby Keller, pero siempre traté de evadirle el tema.

-          No lo conoces, papá. O bueno, no te lo he presentado, pero creo que lo has visto un par de veces cuando él viene a recogerme para ir a la universidad en su moto.

-          Okay, el muchachito con rasgos asiáticos, algo callado. Creo que vino a tu cumpleaños el año pasado, ¡sí! ¡Ya lo recuerdo! Y…  ¿es tu novio?

-          Claro que no, pá. Me da mucho roche (vergüenza) hablar de estos temas contigo. Ya no me preguntes más, porfa.

-          Bueno, bueno. Tienes razón. Pero cuando estés listo para contarme, me lo dices. ¿De acuerdo?

-          Claro que sí, pá.

Ufff, creí que me iba a llevar la regañada de mi vida, o que la situación se tornaría muy tensa, pero mi padre ha sabido abordarla de una manera muy sutil. Amo tanto a mi padre porque siempre está dispuesto a escucharnos.

En fin, hoy me espera un día largo. He quedado con Will para ir a cenar algo a un restaurante que está frente a la playa. La verdad que, con este calor, es lo que más estoy deseando en este momento.

Ordené mi habitación, cambié las sábanas de la cama, las metí a la lavadora, hice algunas tareas en la computadora. Nada de interesante. Con Will todo siempre había surgido de manera tan espontánea y natural, tenemos mucha química, pero por alguna razón esta tarde me estaba sintiendo algo nervioso.

Mi mamá había preparado un delicioso Lomo Saltado y nos había preparado un jugo de piña helado que se sentía como el néctar de los dioses con este sofocante calor. Almorcé con mis padres, todo transcurrió con normalidad durante la hora de almuerzo. Mi padre actuó como si nada pasara, y yo me sentí cómodo.

La hora de ver a Will se aproximaba, tenía una hora para ponerme más guapo para él y, si no me daba prisa, no iba a poder lograrlo. Después de hacer una llamada con mi amiga Cathy, me fui a lo mío, ducharme y arreglarme para la cena con Will. Quedo listo, me pongo una camisa verde claro y solo abrocho los tres últimos botones, dejando ver gran parte de mis pectorales marcados por la natación y el gimnasio. También me pongo unos shorts blancos de playa y un boxer de color verde.

Will llega unos 7 minutos después de la hora pactada. Salgo a recibirlo y ahí estaba él, con playera azul y unos shorts celestes. Parecía que no cargaba ropa interior porque podía verle el enorme bulto que parecía haberse posado encima del motor de la motocicleta. Quedo unos segundos mirándolo, él se saca los lentes de sol y me dice: ¿Vas a subir o te vas a quedar mirándome ahí como huevón?, todo ello mientras su sonrisa muestra sus preciosos dientes blancos.

Enciende el motor y nos vamos rumbo a la playa, por suerte estamos a unos 20 minutos de ella. En el camino conversamos cosas triviales. Me comentó sobre the Walking Dead y la nueva temporada que estrenarían el fin de semana. Yo aprovechaba para fingir que no lo escuchaba y así acercar mi oído a sus hombros, mientras me sujetaba de su abdomen con ambas manos. La conversación fluyó con toda normalidad.

-          Hicimos bien en venir a la playa, necesitamos esto antes de empezar la semana de finales en la U, ¿no crees?, me dice Will.

-          ¡Definitivamente! Siento que el estrés me tiene sujetado del cuello, lo peor es que mañana empezamos con el examen de lengua, y ese profe me cae como una patada en los huevos, así que vamos a disfrutar de esa playita.

-          La pasaremos genial, ya lo verás.

Llegamos a nuestro destino, la playa está casi vacía. Solo se puede apreciar a un papá con sus dos niños muy lejos de nosotros, mientras el sol se oculta en el horizonte. Caminamos un poco a lo largo de la playa riendo de las tonterías que hablamos, mientras lanzamos alguna que otra piedrita al mar, disfrutando de la brisa fresca y el incomparable olor a mar.

-          Muero de hambre, ¿vamos a buscar algo para comer? Me dice mirándome a los ojos.

-          Claro, yo quiero parrilla. Respondo inmediatamente.

-          Ufff, me leíste el pensamiento. Vamos a “Mr. Parrillas” y pedimos una familiar.

Llegamos al restaurante. Tiene una hermosa vista del Pacífico. Las paredes tienen una combinación de blanco con negro muy elegante. Todas las paredes están decoradas con cuadros y premios que ha obtenido el restaurante a lo largo de los años. Las luces de los barcos al fondo del mar y las velas puestas en cada mesita del restaurante le dan un toque bastante romántico. El mesero nos presenta la carta, debo admitir que era un muchacho bastante apuesto y no dejaba de mirarnos todo el rato. Decidimos pedir la parrilla familiar. Lo sé, somos unos cerdos, pero teníamos mucha hambre. Will decide pedir dos piscos Sour y dos cervezas para acompañar la parrilla. Yo acepto.

Miro a Will durante todo el rato, charlamos de todo un poco, nos compartimos algunas preguntas que podrían venir en el examen. Hablamos de The Walking Dead. La verdad que él a veces puede ser bastante obsesivo con esa serie. Pero me encantaba verlo tan apasionado.

Mientras transcurre la cena, siento cómo roza sus pies con los míos de vez en cuando, sin quitarme la mirada y su sonrisa de encima. Esto me pone un poco nervioso, pero trato de hacerle caso omiso. Will es un chico bastante bromista y, a pesar de estar enamorado de él, lo tomé como algo normal.

Terminamos de cenar y decidimos recorrer nuevamente la playa, pero esta vez ya nos adentramos en el mar. Estábamos llenos de agua y arena, no por estar nadando, sino por el simple hecho de caminar en partes más profundas de la playa riendo y haciendo bromas tontas. Sentí que a Will le había hecho algo de efecto los tragos, porque estaba más alegre de lo normal.

Al final decidimos descansar. Nos sentamos en la arena, mirando al mar. Will se había inclinado un poco hacia atrás, reposando en sus brazos estirados, lo que dejaba marcado todo su paquetote, a pesar de la oscuridad de la playa. Estábamos solo con la luz de la luna. Yo me siento con las rodillas recogidas y las rodeo con mis brazos para poder disimular cualquier posible erección. La conversación transcurre con normalidad por unos 20 minutos. Pero siento que Will cambia un poco el rumbo de la misma.

-          Gracias por aceptar venir conmigo, no habría otra persona mejor que tú para pasar un momento así en la playa.

Yo lo quedo observando varios segundos, mientras el sonríe. Mi mirada contenía ternura, no podría verlo con otros ojos. Me derrito por ese hombre. Yo también le sonrío.

-          Yo siempre estaré para pasar momentos especiales contigo, le digo sin reparos.

Nos quedamos mirando fijamente. El sonido del mar se había vuelto algo secundario. Ahora casi que podía escuchar mis palpitaciones aceleradas al tener la mirada de Will clavada en mí. Eleva una de sus manos, no recuerdo cuál, sacude con ayuda de sus shorts la arena que tenía en ella y la lleva hacía mi rostro. Todo sin quitarme la mirada de encima, pero ahora ya no sonreía. Por el contrario, veía una mirada de deseo y ternura. Yo no podía más, estaba con las palpitaciones a mil por hora y, en un arrebato me lanzo sobre él y le doy un beso suave, pero firme. Will no se inmutó, tampoco dijo nada. Transcurren unos segundos que para mí fueron eternos y él me empuja bruscamente.

-          ¿Qué tienes oe?

-          Eh… lo siento, discúlpame. Pensé que tú y yo…

Mientras pronuncio esta frase, ya tenía en mi mejilla el puño de Will que cae con rudeza y me hace voltear la cabeza bruscamente. Me dolió bastante.

-          ¡Tú yo nada! Maricón de mierda. ¿Me oyes? ¡Tú y yo nada!

-          Está bien, está bien. Cálmate por favor, Will. ¿Qué te pasa?

-          ¡Pasa que eres un maricón de mierda y me das asco!

Tras pronunciar esa frase siento que otro puñetazo cae sobre mi rostro, y seguido a él una patada en las costillas y otra en los muslos. No me dio tiempo ni de esquivar sus golpes. Todo fue tan repentino.

-          ¡No se te ocurra hablar de esto con nadie! ¿Me oíste?

Dicho esto, cogió su camisa de la arena, subió a su moto y se marchó a toda velocidad. Yo me quedé desconcertado. Me encontraba en medio de la playa, con ninguna persona alrededor y abrumado por la confusión. Tenía una combinación de sorpresa, dolor, rabia, vergüenza e impotencia a la vez. Me levanto para recoger mi celular que se había caído en la arena y llamar algún taxi.

A la mañana siguiente me despierto muy temprano por el dolor en las costillas, esa patada de Will me había pegado fuerte. Voy a la cocina por un poco de agua, regreso a mi habitación y me desnudo para meterme a la ducha. Para mi mala suerte hoy es día de exámenes, no podía faltar porque era el final, y ese profesor tiene un hambre voraz por desaprobar alumnos.

Me vestí lo más rápido que pude, salí sin desayunar y tomé un taxi que pasaba por allí. Iba muy confundido, ¿por qué Will había reaccionado de esa manera? ¿acaso esas caricias en mi rostro no habían sido señal para que yo diera el siguiente paso? O quizás fue por los efectos del pisco, pensé. Tal vez esto es algo nuevo para él y no supo cómo reaccionar. ¡Qué se yo! Trataba, pero no podía encontrar una explicación lógica a lo que había pasado anoche.

Estaba tan absorto en mis pensamientos que no me había dado cuenta que poco a poco los parques bellos de mi ciudad desaparecían y eran reemplazados por paredes llenas de humo de los carros y grafitis hechos por personas de mal vivir. Y con ello no estoy calificando a las personas del arte urbano. Lo digo por las frases amenazantes que había en ellos. Le pregunto al chofer dónde estamos y por qué estamos allí. No responde. Insisto en preguntarle, pero él enciende su música a todo volumen y acelera de una manera descomunal. Empecé a entrar en pánico, pero traté de mantenerme con calma. Ni siquiera puedo tocarlo porque el taxi es de aquellos que tienen rejillas que separan al chofer de los pasajeros.

A ver, señor, disculpe, si quiere yo le puedo dar todo el dinero que quiera, le puedo dar mi celular y todo lo que traigo, pero por favor déjeme ir. No haré nada. Tengo que rendir un examen muy importante, por favor, se lo pido.

Traté de llamar a la policía, pero creo que sería en vano, y peor aún, ni siquiera tenía señal.

Después de unos minutos, se detiene bruscamente en un callejón sin salida. Traté de escapar, pero él fue más rápido que yo. No soy un debilucho, así que me estaba preparando para darle pelea puño a puño a aquel rufián, pero antes de que haga algo, él saca una pistola de la parte trasera de su pantalón.

-          ¿Qué quieres hacer eh, mariconcito?

-          No, no, nada. Tranquilo, escuche, no me haga daño, estoy dispuesto a cooperar, pero por favor, déjeme ir.

-          Claro que vas a cooperar, y mucho - me dice mientras acerca el revolver hacia mi frente – mucho.

Me agarra del cabello y me ingresa a una casa abandonada que había en aquel callejón. Olía a suciedad. La oscuridad embargaba aquella pequeña casucha donde apenas entraban unos destellos. Ese lugar parecía sacado de una escena de terror, sin nadie a los alrededores.

Entra, maldito imbécil. Me ordena empujándome y caminando detrás de mí. En aquella casa solo había una caja de cartón y unos cuchillos sobre ella. El temor empezó a hacerse más grande.

-          No me haga daño, por favor. Se lo ruego. Tengo dinero, se lo puedo dar todo.

-          No te haré daño, preciosita, por el contrario, haré lo que más te gusta.

Mientras menciona esto, me fuerza a ponerme de rodillas e inmediatamente saca su enorme verga adormecida.

-          Ahora vas a saber lo que es bueno, maldita perra.

Debo admitir que el miedo se fue esfumando un poco, a la par que el morbo se apoderaba de mi cuerpo. Había estado tan absorto en mis pensamientos, que no me había dado cuenta que el taxista se gastaba un buen cuerpazo, unos brazos rudos y con un tatuaje en cada uno de ellos. Al bajar sus pantalones hasta la rodilla, pude notar que sus piernas eran gruesas, al igual que su enorme verga que ahora ya estaba un poco morcillona.

-          ¡Qué esperas para comértela, hijo de puta!

No quise hacerlo enojar, así que procedí a acercarme a su verga. Le olía a hombre, tenía un olor de sudor y sexo combinados, lo cual me había encendido a mil. Tenía el prepucio cubriendo el glande, así que con mis labios lo voy bajando suavemente mientras voy ensalivando todo su falo. Trato de no usar mis manos, mi boca estaba haciéndome quedar como un experto chupando pollas. Había llegado a la mitad de su tronco, y ya sentía que me ahogaba, sentía la punta de su verga atravesar la campanilla de mi garganta. El rufián me tenía agarrado de los cabellos con una mano, mientras que con la otra me seguía apuntando con el arma. No lo esperaba, cuando de pronto me mete toda su polla hasta la garganta y las lágrimas salieron recorriendo mis mejillas. Cielos, ¡qué morbo me estaba dando este hombre!

Me sentí ahogar, el sonido de su polla penetrando mi garganta solo lo había escuchado en películas porno con machos super dotados. Me sentía en una de ellas. Al toser, hice mucho ruido e inmediatamente escuché algún ruido en la pequeña habitación de esa casa, como si alguien se levantara de una litera o de una cama vieja. Dentro de la oscuridad escucho una voz muy gruesa.

-          Pero mira nada más, ya te estás comiendo a la putita y no me has avisado. No se vale, hermano.

-          Disculpa, viejo, es que me ganó el morbo, y esta perrita la chupa de maravilla. Fíjate nada más cómo le entra el huevo hasta el fondo de la garganta.

Me sentía halagado por mi violador y seguí chupando su verga, lamía sus bolas y trataba de meterlas ambas en mi boca. Era imposible, estaban repletas de leche. La voz del otro tipo me dio mucho más morbo aún. Sentí sus pasos acercándose hacia mí mientras escucho un silbido de esos que suelen soltar a las chicas cuando van por la calle.

-          Pero mira nada más qué culazo se gasta el puto este. Redondito y paradito, justo como me encantan.

Es todo tuyo, escucho decir al macho al que le estaba haciendo una felación. Fóllatelo y rómpele el culo, que se ve que le encanta.

Siento cómo el tipo se apodera de mis caderas y empieza a desabrochar la correa de mis pantalones, en cuestión de segundos ya me había desnudado de la cintura para abajo. Mi culo quedó a su merced. Inmediatamente siento cómo un lengüetazo explora mi zonal anal y me hace soltar un gemido de placer.

-          Shhh, no hagas ruido, perrita y sigue comiéndote mi polla. Tú estás aquí para ser sumisa y complacernos.

Con una mano agarro el falo enorme de ese hombre y hago pequeños círculos mientras me la meto toda a la boca. No me cabía, mucho menos en la mano. Agarro su pene y atraigo el prepucio hacia mi boca, cubriendo completamente su glande. Lo beso, siento el sabor saladito del líquido pre-seminal, mientras aquel macho alfa gime como un toro.

El tipo de atrás hace lo suyo, está dilatando bien mi ano para meterme su polla, que seguramente, era igual de grande. Siento cómo mete uno, dos, hasta tres dedos en mi ano, abriéndolo para dilatarlo completamente. Yo estaba a más no poder. Siento que el tipo empieza a poner la cabeza de su falo en la entrada de mi ano, se había puesto un condón, también podía sentir el lubricante y su aroma a frutas que se había puesto para lograr una mejor penetración. Me la dejó ir de una sola embestida. Quise gritar, pero mi taxista me agarro de los cabellos y comenzó a follarme la boca de manera brutal, entraba y salía con cantidades enormes de saliva, mientras lágrimas corrían por mi rostro.

Todo ello transcurre casi en la puerta de aquella casa abandonada, en medio de una oscuridad que ahora se había disipado un poco ya que mis ojos se habían acostumbrado a tal lugar.

-          Ven fóllale la boca, que quiero romperle el culo a este puto come pollas.

El taxista dijo esto y me sacó la polla de la garganta. Se posicionó inmediatamente detrás de mí y me metió la verga suavemente. Entró con mucha comodidad porque mi hoyito ya estaba abierto por las embestidas brutales que me había dado el otro tipo, cuya verga ya tenía ahora en mi boca. Sabía a cerezas, tenía el sabor del lubricante que se había puesto previamente, pero también olía a sexo y a macho dominante. Me agarró de ambas orejas y me metió su verga hasta el fondo, empezando un vaivén descomunal.

El taxista fue acelerando sus embestidas. Había agarrado firmemente mis caderas y me estaba destrozando el culo que palpitaba fuertemente.

-          Eso, perrita, mira nada más qué rico te la comes.

Mientras el taxista pronuncia estas palabras, el otro tipo sacó repentinamente su verga de mi boca y empezó a soltar chorros de leche sobre mi rostro. Uno cayó sobre mi nariz y los otros tres sobre mi frente. Todo esto acompañado de una sinfonía de gemidos y sonidos guturales emitidos por los tres.

Inmediatamente siento cómo el taxista empieza a bufar y jadear fuertemente, su polla se empieza a hinchar más sobre mi culo. Siento cómo lanza hasta seis chorros de leche sobre el condón dentro de mi culo. Sin duda que era todo un semental. Aun con su verga adentro, siento unos pasos que se aproximan hacia la casa en la que estábamos. Solo veo una silueta oscura y la luz de una linterna que me deja casi ciego. Lo que escuché después me quitó la calentura de encima y me dejó paralizado.

-          Mira nada más cómo estás, lleno de leche y con tu propia corrida en el piso. Y así te atreviste a besarme ayer, cerdo malnacido. Me das asco.

Me lanzó un escupitajo que me cayó también en el rostro.

-          Vámonos muchachos, dejemos a esta zorra aquí. Debe estar cansada.

Dicho esto, caí en el piso, de todo lo que había oído en mi vida, la voz de Will pronunciando esas palabras me partió el corazón. Las lagrimas volvieron a caer por mi rostro, pero esta vez por un dolor en el alma.

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